Si uno se pusiera a revisar el bolso o los bolsillos de un hombre o de una mujer seguramente lo primero se encontrará serán llaves, todos tenemos muchas que sirven para abrir y cerrar diferentes puertas, vehículos, muebles, etc. Las llaves nos acompañan desde el siglo VIII A.C.
En la antigüedad la forma más práctica de cerrar una puerta era atarle una soga y hacerle diferentes nudos, pero con el paso del tiempo fueron apareciendo precarias (pero útiles) cerraduras, y con ellas las llaves.
En las ruinas del Palacio de Sargón II de Asiria en Jorsabad, al norte de Irak se encontró una gran llave de madera que tenía una longitud de 1.2 metros, la misma tenia sus orígenes en el siglo VIII AC. Era una especie de palanca parecida a un cepillo de dientes gigante con varios pernos en un extremo.
Para llegar a aumentar la seguridad se fueron creando modelos más complicados y sofisticados, como los llamados multipuntos, de lados rectos. En la actualidad las llaves han evolucionado hasta límites increíbles, por ejemplo las ciberllaves que pueden bloquear el encendido de los coches o las tarjetas que utilizan bandas magnéticas.